Soy un hombre consecuente. Siempre
me confieso de los mismos pecados. Mi visita al confesionario es cada domingo. De
lunes a sábado me divierto con la discreción que el decoro recomienda. El desenfreno
se practica con la puerta bien cerrada. No es que esté loco, lo que me sucede
es que si no lavo mi alma un domingo me siento como un perro podrido, tan
simple como eso. El mismo sacerdote me ve y me absuelve de lo mismo casi sin escucharme.
Con santa paciencia me ha dado mil consejos. Hago las penitencias con respeto y
me miro para adentro, siguiendo el guion del párroco al pie de la letra, con
reverencia. Soy el único que reza el avemaría al revés. Lo mío ya parece un
número repetido de televisión. Y si bien siento dolor por el pecado también me
divierto como chancho en el lodo. Soy honesto al ingresar al templo y al
ingresar a la jarana. El sacramento me aumenta esa gracia santificante que
nunca diviso, me quita las ganas de pecar y ofender a Dios, por unos minutos. Salgo
de la casa de Dios y empiezo a dibujar y planear impurezas que no debo
señalarlas en público, con fervor. Con tantos exámenes de conciencia que me he
realizado ya soy un perito en el área. Soy un hombre de una sola línea. Siempre
me confieso de lo mismo, con fe, con un rosario de plata en la mano.
Del blog índice LAS SOTANAS DE SATÁN
twitter.com/eliconoclasta63
No hay comentarios:
Publicar un comentario