De
repente fallecí, en un tonto accidente automovilístico nocturno, porque otro no
vio el disco “pare”. No alcancé a rubricar mi testamento, a despedirme, a
arrepentirme, a pagar la cuota del banco. Morí a alta velocidad junto a un
inocente peatón. Mi funeral fue emotivo, tal vez por el impactante choque de mi
camioneta. En ese momento varios presentes concluyeron que yo era una buena
persona, casi al unísono y por piedad. A diez años de mi fulminante adiós
algunos aún recuerdan mi nombre o quien era, a veces, cuando ven un vehículo
despedazado. Con un hijo alocado mi madre se resignó, desde mucho antes. Pasé
por esta vida casi como si no hubiese existido nunca. Fui un terrícola
irrelevante, una hoja más del chúcaro viento, a pesar de la gran noticia que
fue mi partida de esta dimensión temporal. Nunca tasé la existencia y ahora de
nada me sirve hacerlo.
Del blog índice LAS
SOTANAS DE SATÁN
No hay comentarios:
Publicar un comentario