Por tradición
ella escribía su diario de vida desde muy pequeña, con algún talento literario
y vigor, y al cual le impregnaba una honestidad y claridad fuera de lo común,
sin recovecos ni descuidos. El recato era la norma establecida que ella evadía.
Ahí estaban los hombres que amó, los que deseó, sus fugas, sus desordenadas
aventuras, con detalles picantes que incluían hasta el nombre de los tragos,
fechas y contextos, todo. Daba la impresión que su vida era un jolgorio
incesante. Hoy, después de cumplir cuarenta años de edad, en donde todo se
medita, ella tomó la drástica decisión de clausurar su voluminoso libro de vida,
dándole un beso. Anhelaba mantener la moral y las buenas costumbres de la
familia en la medida de lo posible y por ningún motivo sería la causa de un mal
ejemplo. Sería imperdonable llevar a una señorita por el mal camino. Es que el
diario en manos enemigas sería letal. Con tanta lujuria, risas y brindis, su biografía habría sido un best seller prohibido, mas prevalecieron en la coqueta
cuarentona la cordura y una absoluta soledad. Hoy el diario de vida duerme dos
metros bajo tierra, y lo custodia un roble, que a veces brinda por él.
Del blog índice LAS
SOTANAS DE SATÁN
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