Asistía al templo cada domingo, desde siempre. Gregorio era un joven
apuesto, ordenado y respetuoso. Todos lo querían. Varias cristianas soñaron que
él iba a ser su esposo. La profecía no se cumplió con ninguna. Ninguna le llamó
la atención, nunca fue descortés. Era un oficinista que siempre residió con su
madre, y junto con ella eran fieles a la iglesia, grandes colaboradores. Por su
piedad, perseverancia y solidaridad, Gregorio fue elegido diácono de la iglesia
bautista a sus cuarenta años. Fue quizás su día más feliz. Cuando el pastor
titular salía de vacaciones él era el suplente. Inspiraba confianza en todos
porque nunca era frívolo. Al parecer nunca encontró la mujer adecuada y vivió
con su santa madre hasta el final, sin abandonarla jamás. Vio crecer a los
hijos de sus antiguas admiradoras. Siempre soltero, terminó su vida. Hasta su
último día fue un pilar de los quehaceres de la parroquia.
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JAIME FARIÑA MORALES
ARICA-CHILE
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