Es desconsolador ser
doctor en psiquiatría, académico, atender una clínica y ser un perfecto inepto,
en silencio. He atendido a mil personas y a ninguna le he cambiado el corazón,
su vida. El diagnóstico es científico, detallado y potente, y la solución es a
la final infecunda. Fármacos, terapias, consejos y nada, el fondo del ser del
paciente sigue igual. La invención de tanto fármaco es sólo un negocio
multimillonario. Los temores, esquizofrenias, trastornos, terrores, fobias,
sicopatías, vicios, frustraciones, desviaciones, rabias, rencores y manías,
continúan ancladas al fondo del alma, por siempre, aunque esté drogado todo el
día o parezca que se está recuperando. El loco que visita al psiquiatra sigue
igual, es que somos expertos supuestamente en el análisis, en dar en el clavo.
El electrochoque es cruel, los psicotrópicos una apuesta peligrosa e
irresponsable. La esterilidad es el alma mater de la psiquiatría, todos lo
saben y nadie lo grita con un megáfono, por un orgullo mal entendido. Cada
sábado me subo a mi motocicleta estimulado, con tatuajes, mujeres desordenadas,
cervezas y todo, e intento olvidar mis interminables derrotas y frustraciones
profesionales, a más de 100 kilómetros por hora en la carretera, con casco.
Lentamente daño mi salud mental, por culpa de la ansiedad. ¿Quién transforma el
ser en otro ser? En mi trabajo las enfermedades duras son incurables, y yo,
entre tanta teoría dudosa o conjetura refinada, me he sentido un estafador pío.
En el aula soy un arcángel circunspecto de la ciencia, un espejo. Tanta mentira
me va a fulminar. Que alguien me salve.
Del blog
índice LAS SOTANAS DE SATÁN