Primero siendo
niño y después siendo adolescente iba a la playa chilena de Cartagena. A pesar
de la pobreza la felicidad se presentó todos esos veranos. Me bañaba en las
tibias aguas de la playa, tomaba sol, comía bien, iba a la discoteca y me
divertía con otros jóvenes santiaguinos pobres como lo era yo, que también vivían
en la periferia y asistían a escuelas públicas. Mi abuela Chepa, de mucho mejor
situación económica, se apiadaba de mí y me pagaba parte de mis vacaciones
arrendándome una pieza colindante con ella en una residencial. La juventud se
fue para siempre mas la pobreza parece ser eterna como el alma. Los aristócratas
poseen sus casas en playas de alcurnia y no se mezclan con el populacho. Tu condición
económica, tu clase social, tu futuro, dependen de tu apellido, no de los
discursos demagógicos de los senadores o de la agenda social que está
subordinada al modelo impuesto por la elite. No viajaba al extranjero ni
estudiaba en escuelas particulares e igual fui feliz, y sin dinero. No se como
ocurrió. Nunca me di cuenta que todo era una trampa de los amos del país. Siendo
viejo me paro en la playa de Cartagena y lloro porque esa inocente o tonta felicidad
se desvanece con las ataduras de un empleo que no alterará mayormente mi condición.
La pobreza en Chile es un círculo perfecto y hermético. Casi nadie sale de ahí.
Las nuevas generaciones de jóvenes atorrantes van a la playa y se lanzan al mar
felices con carcajadas sinceras que contagian a cualquiera. Las abuelas
extenderán esas sonrisas hasta donde sea posible.
Del blog índice LAS SOTANAS DE SATÁN
http://lassotanasdesatan.blogspot.com
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