El era un diácono de renombre de la Iglesia Bautista, un líder
carismático. Cuando el pastor tomaba vacaciones Isaías lo remplazaba con
naturalidad y desde el púlpito era firme y convincente en sus sentencias: “apártense
de las tentaciones de Satanás” “manténganse firmes en las plegarias y el ayuno”
“la santidad demandada por Dios no se transa” y mil más. Además era un profundo
estudioso de la teología sistemática. El problema es que Isaías sufría una transformación
genética con las bailarinas de la boite “La mano amiga”, que quedaba en el
borde de la gran ciudad, particularmente los viernes en la noche. Y como había
sido bendecido por Dios porque trabajaba como una mula en su condición de
abogado, utilizaba ese dinero para galantear e intimar con las bailarinas o
visitantes de lugar, lo más camuflado posible. Con sus musas en ropa interior
no se fijaba en gastos. Cuando el diácono evangélico veía a una mujer
semidesnuda bailar lujuriosamente olvidaba hasta la fecha de su nacimiento. En “La
mano amiga” era feliz, se relajaba, bebía ron con gaseosa, olvidando toda la
severidad de su diaconado parroquial, que era su segundo y más apreciado
personaje.
Del blog índice LAS SOTANAS DE SATÁN
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