Después de
muchos años me titulé de abogada y púseme a trabajar con éxito. Las invitaciones
de varones abundaban, sólo acepté muy pocas. Cada vez que pronuncio la palabra matrimonio
la mesa queda vacía, todos los machos interesantes huyen. Por mi motivación de
ponerme un vestido de novia soy la lepra. Lo sé, he adquirido mañas y no soy
muy apacible porque lamentablemente digo lo que siento. Me cuesta tragarme las
palabras. En las noches aparecen las melancolías y en algunas mañanas un tedio,
del género. Esta modernidad maldita me trajo hasta aquí. Yo, una hembra
inteligente nací para estudiar y prosperar por las mías. Es el costo del triunfo
femenino. Llegas a tu pequeña cima renunciando a demasiadas necesidades y postergándolo
todo. A veces sueño que transporto a ese hijo que no existe a la escuela. Algunas
de mis más entretenidas aventuras sexuales de fin de semana, que yo financié,
me acompañarán a la tumba. La jarana no lo es todo porque suma hacia abajo y
obviamente golpea más a las mujeres. Las orgullosas nada reconocerán. Mi trasero
y mi cuerpo anhelan un nido. A mi amiga que era una soltera fanática, le
ofrecieron matrimonio y se le acabó su doctrina velada en un santiamén. Se tomó
tres mil fotografías con su vestido de novia, radiante. Los hombres me miran con
desconfianza y el que me destaque laboralmente acompleja a varios. Los machos
que me gustan prefieren a las de 20 años porque las pueden domar. Yo he
recorrido mucho camino, se comenta. Ser una geisha a estas alturas me es casi
imposible. Puedo tener al hombre que yo quiera, por un fin de semana o por un mes,
no más. Muchas mujeres ganadoras se han llorado mil pañuelos. Soy el arquetipo
de la mujer moderna, liberal, envidiada y yo me siento muchas veces una perra
miserable aunque me han solicitado que dé charlas sobre “La mujer victoriosa”. El
mercado me valora, el macho que me gusta no. Una joven enamorada de 20 es paciente,
tolerante, seductora y tontamente risueña. Con una fémina así yo no competiré. Desesperarse
es fatal, intentar engomarse a un hombre también. El cuento de terror de que
soy una soltera feliz me está devorando. Con los semestres mi trasero se ha
puesto conservador, que irónico. Mi almohada jamás me miente, es mi pilar. Tal vez
deba optar por un divorciado, aunque esté desfinanciado, que es lo que me va
quedando, me señalan mis binoculares con visión nocturna.
Del blog índice LAS SOTANAS DE SATÁN
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