Los cinco oficinistas se juntaban en el bar filosófico El Escolástico,
único en su especie en la capital. Entre cerveza y whisky comentaban el
quehacer del globo. Y como eran buenos lectores el debate de estos oficinistas
de salario mediocre se inspiraba con las ingesta y el pasar de las horas. Realizaban
severas interpelaciones a la política exterior de los Estados Unidos, a la
concentración de la riqueza, a los casos de corrupción, a la manipulación de los
medios, a las incoherencias sorprendentes del mundo religioso y mucho más. También
analizaban el fútbol y las cinturas de las modelos y damas famosas. No todo iba
a ser tan serio. Peleaban entre sí con cierta pasión y sin insultos. Las diferencias
políticas eran las más sabrosas. En el Escolástico nadie gritaba o era
maleducado. Cuando alguien se deprimía o se ponía a sollozar era siempre por el
mismo motivo. La competencia en el mercado estaba dañando a la empresa donde
trabajaban y la posibilidad de quiebra o que los cinco fueran despedidos era
cierta. Uno de ellos tenía cuatro hijos y más de cincuenta años y veces lloraba
solo. La sola palabra desempleo lo hundía en la desesperación. Y como las
deliberaciones justicieras del quinteto no ejercían ninguna influencia fuera de
su mesa se frustraban un poco. Así que concluida la jornada de dominó y observaciones
puntillosas un taxi los dejaba en su casa. Había dos que siempre llegaban a su
morada totalmente borrachos y rozaban el divorcio. En la insegura oficina eran
unas hormigas laboriosas y en el Escolástico unos polemistas de estirpe que
intimidaban a cualquiera.
Del blog índice LAS SOTANAS DE SATÁN
twitter.com/eliconoclasta63