domingo, 8 de enero de 2017

EL CONCHITO



Se casó con un obrero de la construcción y residieron en la periferia siempre. A pesar de que la pobreza nunca se separó de ellos tuvieron dos hijos varones que por la falta de educación y oportunidades siguieron el camino de su frustrado padre. El sacerdote predicaba con convicción de que un católico debía tener todos los hijos que Dios les dé aunque terminen viviendo debajo del puente con hambre y frío. Por eso tanto crío en las barriadas. La señora con 36 años aseguraba que la faltaba el conchito, el último hijo, que los acompañaría en la vejez. Obviamente la madre pensaba en ella, en su vejez, no en el futuro laboral de su retoño. El agobiado padre le rogaba que no se embarazara, mas sabía que cuando una dama se proponía con todo traer un ciudadano a este poblado mundo no había caso. El padre pensaba que era innecesario traer un esclavo más a la amada patria. La niña que nació trajo cierta felicidad y perpetuó la invariable pobreza. Dada su edad, el padre a veces se quedaba cesante. Quince años después la señorita, llena de privaciones, quedó embarazada y dejó el hijo en su casa. Ella vagaba por la calles como una drogadicta más y en su calidad de madre soltera el mundo se le cerraba por todos lados. Son las consecuencias de la miseria. Al final ella no terminó la enseñanza media, fue atrapada por el vicio y tuvo un bebé con un joven que no quería y que huyó. El padre envejecía preocupado porque para ser un esclavo asalariado hay que poseer ciertas habilidades o alguna capacitación y el conchito nada tenía y era un problema total. De vez en cuando la señorita iba a la casa de sus padres a ver al hijo que abandonó y a pedir dinero.



Del blog índice LAS SOTANAS DE SATÁN

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