lunes, 12 de febrero de 2018

LA POBREZA NO VA CONMIGO



Montserrat nació en un barrio de la periferia y asistió a una escuela pública como todos, o casi todos. Su abuela, que en su juventud tuvo una época breve de adinerada le ensañaba los modales de una dama distinguida y le contaba historias a su nieta que modificaron notoriamente sus fantasías y anhelos. Como no ingresó a la universidad trabajaba de secretaria o de vendedora, por su atractivo y cierto refinamiento, almacenando el espejismo de que un día regresaría al barrio alto en la comuna de Las Condes donde años atrás residió su locuaz abuela. Nunca se casó porque los pretendientes eran humildes o de clase media. Tuvo romances con algunos acomodados dada su bonita figura, mas estos la miraban como una vendedora guapa y coqueta y nada más. Monserrat prefería la falsa ilusión y humillación de un joven rico que el anillo de compromiso sincero de un hombre común. Su aristocrático novio nunca se asomó, nunca existió. Con treinta años de edad un día se dio la oportunidad de poder arrendar una pieza en una casona en la comuna Las Condes y no lo pensó dos veces. El arriendo era caro y el vivir allí también. Nada importaba. Ella salía cada mañana de una puerta del barrio alto a su trabajo con el pecho inflado. No importándole las penurias económicas de tal decisión ahorraba hasta el último peso para pagar el pesado alquiler y los gastos. Mantener las apariencias es complicado. A ella no le faltaba voluntad o entusiasmo. Asistía a conciertos gratuitos, muchas veces con la misma ropa. Con 45 años de edad y sin estudios formales sus ingresos disminuyeron considerablemente al ser ahora sólo una vendedora más en una tienda distinta que la hacía trabajar hasta doce horas diarias. La mudanza se efectuó de inmediato a su antigua y sencilla vivienda de la periferia, con una abuela que estaba en el cementerio y que ya no le hablaba de la gloria de antaño, aunque Monserrat sentía su presencia en cada rincón. Se pensionó con sesenta años de edad sin doblegarse. Con un poco de suerte y algunos malabares lograba llegar a fin de mes sin pasar hambre. Nació pobre y murió pobre convencida que su sitial era la alta sociedad, sospechando que algo salió mal.