martes, 9 de mayo de 2017

NOTICIA DE ÚLTIMA HORA


En el barrio de periferia “El Ofrendero” unos traficantes apuñalaron por error a un humilde bodeguero de nombre Rony de treinta y años y estando botado en el suelo una ágil reportera, que estaba casualmente cerca, alcanzó a entrevistarlo en vivo para la radio “Escarmiento” antes de que llegara la ambulancia, acompañado de dos compañeros de trabajo y muchos curiosos.                                                                -¿Don Rony que sintió en la puñalada? –pregunta la perspicaz periodista-.
-Mucho dolor señorita, demasiado –contesta un Rony que se retuerce-.
-¿El narcotraficante le dijo algo?
-Sí. Me dijo: “Te voy a matar hijo de perra, por traidor”.
-¿Y usted que le contestó?
-Señorita periodista, nada alcancé a responder porque me apuñaló de inmediato, atravesándome –el sufrimiento era ya insostenible-.
- Don Rony, ¿qué le parecen el narcotráfico y los asesinatos en “El Ofrendero”?
-Muy mal señorita periodista, muy mal –contestó un agónico Rony que se desmayó de tanto padecimiento.
Tanto se demoró la ambulancia en llegar que el humilde Rony murió de camino al hospital. Un cadáver más, sin mayor importancia. Nadie quiere ingresar al peligroso barrio “El Ofrendero”, ni siquiera los policías o candidatos a diputado. La espontánea y audaz entrevista en vivo se hizo famosa y sirvió de prueba en el tribunal para nadie terminara en la cárcel.













EL APOSTOLADO DE LA MATERNIDAD



Clementina nació y creció muy pobre, con un padre bebedor de vino tinto. Se casó a los veinte años con un obrero desheredado con el cual tuvo dos hijos y muchas penas. Como nunca estudió por falta de oportunidades trabajaba de nana o garzona indistintamente, gambeteando las carestías que se presentaban en su vivienda social todas las semanas. Desde que su marido se marchó para siempre sus horas laborales se incrementaron y sus hijos quedaron medianamente abandonados al cuidado de la abuela y de un jardín infantil estatal. El tejido de la pobreza es de hierro. Efraín, el mayor quedó atrapado entre las drogas y las visitas a la comisaría y Malena quedando embarazada a los quince trabajaba esporádicamente y sin mucho entusiasmo, y no estudiaba. Cada año que pasaba el desconsuelo de Clementina se hacía insostenible. Sus desordenados y rebeldes hijos no tenían ningún espíritu de superación. La estrechez no siempre es una buena excusa. Otros vecinos jóvenes del mismo barrio algo progresaron. Los ruegos al cielo fueron inútiles y adivinaba el desastre que se les venía. Les pedía de rodillas que hicieran algo decente por la vida y nada. Los vicios favoritos de sus retoños eran la cerveza y la desidia. El nieto va por el sendero de sus ancestros, lamentablemente. Es la tenebrosa herencia, sin notarios. La necedad nunca abandonó el humilde hogar de una Clementina que se estresaba cada día más. La angustia la llenó de fármacos y lágrimas. La impotencia de ver la destrucción pausada de sus hijos un día cualquiera la envió al hospital. La desesperación sí es capaz de liquidar a un ser humano. Cuando le comunicaron, cuatro meses más tarde, que condenaron a su hijo por robo a cinco años de prisión se desmayó y le dio una hemorragia cerebral compleja. Murió sin paz al mes siguiente. Su sistema nervioso expiró. Ahora su afligida alma descansa. Es el apostolado de la maternidad. Literalmente Clementina sufrió y sucumbió por sus hijos. Entregó hasta su última gota. Luchó todos los meses de su existencia como madre por sus retoños, hasta el final. Nunca levantó la bandera blanca, nunca se rindió. Los amó sin condiciones. No alcanzó a cumplir los sesenta años. Falleció en el campo de batalla. Cerró los ojos con una fotografía en su mente de sus hijos y nieto. La carestía los demuele sin piedad. El inanimado Estado no berreó, el señor ministro completó una estadística. La patria perdió a una madre de la más alta calidad. Sólo una madre comprende el dolor profundo de otra. La república dio vuelta la hoja sin compasión. En la lápida de Clementina no hay ninguna condecoración.





lunes, 8 de mayo de 2017

AMOR EN LAS SOMBRAS


Ambos vivían en la humilde comuna de Cerro Navia y se subían todas las mañanas al metro San Pablo para dirigirse a sus labores en el centro de Santiago, encontrándose casi todos los días. Maciel era ayudante de la peluquería “Premiun” y Valentín era un buen técnico en computación en la multitienda “Bongiorno”. Los dos se tenían todo tipo de referencias. Si bien sus domicilios están a menos de dos cuadras no se conocen formalmente. Él muchas veces se sube al mismo vagón del metro poniéndose relativamente cerca de ella, con un disimulo que ya resulta irrisorio. Valentín está tan enamorado o embobado con la peluquera que no sabe que estrategia desarrollar. La timidez o susto lo consume. Ella al sentarse y caminar es tan femenina que él queda deslumbrado. Quizás cuantos admiradores la visitan. Valentín se acuesta y se levanta pensando en ella. Maciel no se inquieta con su vecino bien vestido y bien peinado con cara de prendado y de vez en cuando lo mira deliberada y atentamente como generando esperanzas. Un día con cierto descaro y en un día libre la sigue para conocer el domicilio exacto de la peluquería, que se ubicaba en una galería de la calle Morandé. En un acto irresponsable, algo desesperado y alocado compra flores rojas y se las envía a la “Premiun” con una tarjeta que decía “De tu admirador diario del metro. Tu belleza es la culpable de mi cobardía” más otras expresiones de devoción y de disculpas por el atrevimiento. La apuesta fue completa y turbadora. Todo o nada. En la tarjeta estaban el domicilio y fono de Valentín. Era viernes. Estando algo aterrado asume las consecuencias de su romántico acto. Con arrojo ella lo llama el sábado en la tarde para agradecerle las hermosas flores. Ambos estaban nerviosos, por igual. El del domingo fue el primer almuerzo juntos de miles que vendrían después.