Cansados los sacerdotes de que discutan todo el día del régimen del dictador Pinochet, decidieron organizar en la parroquia más importante del barrio de Lo Prado un “Festival para Jesús” y recordar así que la función número uno de la iglesia es la salvación del alma, sin desmarcarse de la realidad social política. Elevar el espíritu era la misión. Yo como compositor aficionado inscribí mi canción “Paz”, que la cantaría Renata, la que seguramente iba a ser mi polola, después de unos besos en la plaza, de relativa importancia. Ella cantaba bien y le encantó la idea de interpretar mi tema. En medio de los ensayos, yo seguía conversando, a veces largamente con la atractiva Sabina, sin besos, por ahora. Yo no estaba comprometido y Renata se enteró de mis candorosos coqueteos por fuera y se enfadó sin que yo lo supiera. Cuando ella interpretó “Paz” en el festival yo quedé perplejo y decepcionado, sentado en la primera fila. Le había cambiado la letra a mi canción totalmente. Me fui triste a la casa tratando de entender a las mujeres cuando se fastidian. Y para mi desgracia Renata y Sabina residían en casas pareadas y eran amigas desde kinder. Mi desprestigio era exagerado e injusto y no había motivos para que ingresara al Confesionario. Creo que añadí unos meses en el purgatorio con mi falta juvenil, nada más. Mis manos estaban limpias, porque no toqué nada indebido. Perdí a la Renata, a Sabina y mi apostólica canción se fue al cuerno. Dios me había abandonado inexplicablemente, y yo, esforzándome al máximo en escribirle una canción que le exaltara. Así no vale.
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JAIME FARIÑA MORALES
ARICA-CHILE
