Cuando Carlos iba al jardín
infantil siempre se demoraba en las tareas y en los dibujos. Era un niño
inquieto y a veces particularmente retraído. Como las parvularias no tenían las
capacitaciones apropiadas Carlos ingresó a la escuela básica con algunos
vacíos. Se tardó más de la cuenta en aprender a leer y a multiplicar. Siempre
iba quince pasos atrás. La pedagogía es limitada. Por alguna razón ningún especialista
me ha explicado adecuadamente por que no se motivaba. Tal vez era un artista o
algo parecido. En la enseñanza media la historia fue repetida, egresó con
dolores de cabeza y plegarias y no ingresó a la universidad. No descarto la
posibilidad de que la pantalla haya liquidado sus capacidades recónditas. No lo
eduqué con firmeza y valores. Mi hijo Carlos siempre soñaba que era un
ingeniero que construía portaviones y yo como buena madre nunca lo desalentaba,
es más, le compraba juguetes en esa dirección. Un especialista me aconsejó que
le mostrara otras alternativas para evitar frustraciones inalterables porque la
ciencia aún no avanza lo suficiente para reparar las dificultades innatas de
Carlos. Le dio una depresión de tal magnitud que lleva tres años encerrado en
su cuarto dedicado a su facebook y a la televisión. Hace dos años encontró a
una dulce señorita que es muy similar a él. Con su enamorada conversan de todo
tardes enteras y parece que también sobre lo que el destino les depara. Como
madre estoy angustiada. Nada lo estimula y cree que es humillante e injusto
trabajar por un salario mediocre. Es un joven de convicciones duras. Carlos
levantó con ímpetu y desplante las banderas de la rebeldía.
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JAIME FARIÑA MORALES
ARICA-CHILE
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