domingo, 1 de junio de 2025

(84) HORAS EXTRAORDINARIAS, UN OBSEQUIO



Al director del instituto estatal “El Sol Brilla” le asignaban cada año, del erario nacional, varios miles de dólares para el ítem horas extraordinarias, por la sobrecarga laboral informada, con lágrimas, en la petición de cada presupuesto corriente anual al nivel central. La educación de los postergados no tiene precio. Cada mes autorizaba las horas a los colaboradores más necesitados y esforzados, y a los más leales. Soportar la extensión de la jornada era terrible y muy aburrido, mas era el requisito para que te pagaran el inmerecido sobresueldo. El Tik Tok era uno de los pasatiempos preferidos de los funcionarios que marcaban el reloj control a las 20 horas. Terminada la jornada ordinaria aparecía la creatividad, la buena conversación, el buen café. Por turnos, cada uno contaba su vida entera. Lo importante era matar las tres horas extraordinarias sagradas de cada día. Había uno que daba clases de salsa, con discreción. La salida formal era a las cinco de la tarde. Distribuir los recursos fiscales con afecto y cierta equidad era un principio ético en el director del instituto. Los que anhelaban acceder a este beneficio laboral tenían que esperar algunos años y estar bien evaluados. A una, la más mimada, le autorizaron a venir los sábados. Marcaba el reloj en la mañana, se iba para la casa y volvía a las 18 horas a marcar otra vez. Los sábados no trabajaba un minuto. La envidia era generalizada porque era la que más cobraba horas extraordinarias, sin laburar, como era la sacra tradición en todos. De la descripción de los cargos se desprendía claramente que con la jornada ordinaria se cubrían todos los quehaceres y sobraba tiempo, para un buen café. El director está masticando como fundamentar un suplemento económico en el ítem señalado. La imaginación prevalece, guía el camino. Cada centavo fiscal se cuida con un trabuco.



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JAIME FARIÑA MORALES

ARICA-CHILE


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