Al parecer la locura es mi hábitat, mi residencia definitiva. La gente normal no comprende nada, me exaspera. Este mundo trastorna a cualquiera. Mi cerebro no resistió las vicisitudes y dolores terrenales y un día cualquiera reventé. Como son mayoritarias las ridiculeces y chifladuras de los sanos, no requieren de un psiquiatra, yo sí, y por eso me llenan de pastillas que no mejoran a nadie, y a nadie parece importarle. Y que quede claro que no le causo daño a terceros. No diré lo mismo de los autodenominados cuerdos. Si revisan bien sus traumas, heridas emocionales y limitaciones, terminarán siendo colegas míos, y hasta tal vez sienta pena por ellos. Quién evalúa a quién. La locura de la fe es un pilar de la luz.
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JAIME FARIÑA MORALES
ARICA-CHILE