lunes, 22 de febrero de 2016

(31) LOS ATICISMOS DE LA LOCURA


Al parecer la locura es mi hábitat, mi residencia definitiva. La gente normal no comprende nada, me exaspera. Este mundo trastorna a cualquiera. Mi cerebro no resistió las vicisitudes y dolores terrenales y un día cualquiera reventé. Como son mayoritarias las ridiculeces y chifladuras de los sanos, no requieren de un psiquiatra, yo sí, y por eso me llenan de pastillas que no mejoran a nadie, y a nadie parece importarle. Y que quede claro que no le causo daño a terceros. No diré lo mismo de los autodenominados cuerdos. Si revisan bien sus traumas, heridas emocionales y limitaciones, terminarán siendo colegas míos, y hasta tal vez sienta pena por ellos. Quién evalúa a quién. La locura de la fe es un pilar de la luz.

 

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JAIME FARIÑA MORALES

ARICA-CHILE



domingo, 21 de febrero de 2016

(30) DESAPARECÍ COMO POR ARTE DE MAGIA


De repente fallecí, en un tonto accidente automovilístico nocturno, porque otro no vio el disco “pare”. No alcancé a rubricar mi testamento, a despedirme, a arrepentirme, a pagar la cuota del banco. Morí a alta velocidad junto a un inocente peatón. Mi funeral fue emotivo, tal vez por el impactante choque de mi camioneta. En ese momento varios presentes concluyeron que yo era una buena persona, casi al unísono y por piedad. A diez años de mi fulminante adiós algunos aún recuerdan mi nombre o quien era, a veces, cuando ven un vehículo despedazado. Con un hijo alocado mi madre se resignó, desde mucho antes. Pasé por esta vida casi como si no hubiese existido. Fui un terrícola irrelevante, un atarantado más, una hoja más del chúcaro viento, a pesar de la gran noticia que fue mi partida de esta dimensión temporal. En el cementerio tuve mis quince minutos de fama. Nunca tasé la existencia adecuadamente. No me sirve de nada hacerlo en este momento.


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JAIME FARIÑA MORALES

ARICA-CHILE




(29) EL DIARIO DE VIDA


Por tradición ella escribía su diario de vida desde muy pequeña, con algún talento literario y vigor, y al cual le impregnaba una honestidad y claridad fuera de lo común, sin recovecos ni descuidos. El recato era la norma establecida que ella evadía. Ahí estaban los hombres que amó, los que deseó, sus fugas, sus desordenadas aventuras, con detalles picantes que incluían hasta el nombre de los tragos, fechas y contextos. Daba la impresión que su vida era un jolgorio incesante. Después de cumplir cuarenta años de edad, en donde todo se medita, ella tomó la drástica decisión de clausurar su voluminoso libro de vida, dándole un beso. Anhelaba mantener la moral y las buenas costumbres de la familia en la medida de lo posible y por ningún motivo sería la causa de un mal ejemplo. Sería imperdonable llevar a una señorita, a una sobrina, por el mal camino. Es que el diario en manos enemigas sería letal. Con un accidente automovilístico fatal quedaría todo el descubierto. Con tanta lujuria, risas y brindis, su biografía habría sido un best seller prohibido, mas prevalecieron en la coqueta cuarentona la cordura y una absoluta soledad. El diario de vida duerme a dos metros bajo tierra, y lo custodia un roble, que a veces brinda por él. La autora expirará en paz.

(28) EL CAMINO DE ESA FE


Siempre ingresaban los mismos veinte creyentes a la parroquia que se ubicaba al frente de mi casa, sagradamente, cada domingo y algunos festivos. Por morbosidad o empalago, a veces yo misma los enumeraba, hasta con nombres, en este pueblo pequeño. Las variaciones o novedades eran pocas. Tal vez alguna visita o alguien que faltó por razones de fuerza mayor. No hay atrasos o improvisaciones. Las conversiones fogosas a Jesucristo son una montaña inexplorada. Un domingo es la fotografía del otro, por los menos en los últimos diez años, que han sido parejos, en donde todos son respetuosos y reverentes. No hay ovejas nuevas y sólo unos pocos muertos. El párroco podría hacer la misa con los ojos cerrados. La congregación del templo a nadie molesta, casi pasa desapercibida. Son muy pacíficos y afables. Por alguna extraña razón, no me dan deseos de ingresar al camino de esa fe, aunque reconoceré que mis domingos también son lineales, y a veces tediosos. Algo les falta, algo me falta.

 


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JAIME FARIÑA MORALES

ARICA-CHILE


(27) LA PLEGARIA VIVA


A penas nos saludábamos en el Liceo y ahora pretende que le visite de inmediato, cuarenta años después. Acudí a su hogar con la premura requerida a petición de mi madre. Emiliano estaba gravemente enfermo, se iba, y sólo quería escuchar de mí una plegaria intensa, como la que hice una vez en la secundaria por la sanidad del entonces querido profesor de castellano, en público. Estaba entusiasmado y con energía que provenía del cielo. Entonces tomé inspiración de la gracia del cielo, como cuando era joven y vigoroso, y le supliqué a Dios por la restauración espiritual y física de Emiliano. Al verlo llorar me di cuenta que había renunciado a su ateísmo de primera plana, a esa idiotez insuperable de desestimar la santa cruz. Con un profesor sanado y un incrédulo menos en este mundo me anoté literalmente dos puntos, puntos que no son míos, obviamente. Gracias Jesús.