domingo, 21 de febrero de 2016

(27) LA PLEGARIA VIVA


A penas nos saludábamos en el Liceo y ahora pretende que le visite de inmediato, cuarenta años después. Acudí a su hogar con la premura requerida a petición de mi madre. Emiliano estaba gravemente enfermo, se iba, y sólo quería escuchar de mí una plegaria intensa, como la que hice una vez en la secundaria por la sanidad del entonces querido profesor de castellano, en público. Estaba entusiasmado y con energía que provenía del cielo. Entonces tomé inspiración de la gracia del cielo, como cuando era joven y vigoroso, y le supliqué a Dios por la restauración espiritual y física de Emiliano. Al verlo llorar me di cuenta que había renunciado a su ateísmo de primera plana, a esa idiotez insuperable de desestimar la santa cruz. Con un profesor sanado y un incrédulo menos en este mundo me anoté literalmente dos puntos, puntos que no son míos, obviamente. Gracias Jesús.

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