domingo, 11 de diciembre de 2022

PURITANO LABORIOSO

 

Peter Huber era un zapatero remendón y un hijo del Señor en la Ginebra protestante del siglo XVII, un elegido. Tanto trabajaba que terminó instalando una tienda de zapatos y telas y más. Oraba a Dios para prestar un mejor servicio a la sociedad, que es la santa misión de los emprendedores, con variedad de colores y estilos. La calidad del producto era su preocupación número uno. Como buen puritano era austero al extremo, con una faena de sol a sol. El dinero iba a ahorro e inversión. No participaba de frivolidades o deleites carnales. Era un empresario consagrado a Dios, a la iglesia y la familia. Se incrementaba la productividad, disminuían la pobreza y la frustración. Con tanta sobriedad y laboriosidad brotaron con naturalidad el capitalismo, el mercado de capitales. La prosperidad gigante de la patria estaba a la vuelta de la esquina, y la envidia de los países fracasados y paganos también. El rencor cauteloso carcomía al papado. Las ciudades que se plegaron a los principios de la bendita Reforma protestante se desarrollaron en todos los sentidos. Hubo más inversión, más alfabetismo, más ciencia, más cultura, más libertad, más oportunidades. Abundancia en el alma, en la mente y en la billetera. Los derruidos discípulos de la Contrarreforma llorarán sus miserias totalizantes por siempre. La Historia los aplastó. Mastican la rabia con excusas cien veces elaboradas en la Facultad. El gran secreto está en crear riqueza.



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JAIME FARIÑA MORALES

ARICA-CHILE

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