Convertido a Jesucristo hace pocos meses decidí asistir a una conocida iglesia pentecostal frente al estadio un domingo cualquiera invitado por un amigo de esa fervorosa congregación. Acabado un sermón lleno de amor y salvación el pastor señala: “a aquellos que estén cansados y cargados les pido que pasen al altar y pongan todas sus tristezas y frustraciones a los pies del Salvador”. Junto a unas bellas melodías muchos hermanos se levantaron de sus asientos y empezaron a danzar en el espíritu, a llorar, a gemir, a orar, a alabar, a saltar, con un entusiasmo sorprendente. Al principio no entendí nada hasta que le pregunté después a mi amigo Elías.
-¿Elías, por qué las expresiones de estos cristianos son tan ardorosas?
-El obrero que fue maltratado durante la semana, la que está cansada de vivir en la pobreza, los que están atrapados por angustias y temores terribles, los encadenados a vicios y mundanalidades, los dominados por el pecado y otros, los humillados, expulsan sin apocamientos todo lo que tienen adentro, suplicándole al Padre una victoria y libertad rotundas, en Cristo. Cuando termina la reunión de adoración a Dios casi todos se van a sus casas renovados, respirando más tranquilos –respondió Elías.
-La obra del Espíritu Santo es potente en los corazones humildes que se postran ante el Señor sin titubeos o preguntas tontas. Entonces aquí Jesucristo es Dios, Salvador, benefactor y psiquiatra. Los movimientos de perfil pentecostal son los que más ganan almas para Jesucristo y no han dejado de crecer y no se dejan influenciar por los intelectuales estériles o presumidos. El predicador pentecostal no se anda con rodeos, te invita al arrepentimiento de los pecados y a aceptar a Cristo como Señor y Salvador, de una. No descarto que el pentecostal sincero sea el mejor cristiano que existe en este mundo – concluí.
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JAIME FARIÑA MORALES
ARICA-CHILE
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