Desde el orden natural donde reside Dios decidió fundar una ventana rectangular gigante compuesta de nada, de absolutamente nada, y prendiendo un fósforo en esa nada instauró lo que hoy se denomina Big Bang, el orden natural, hace unos catorce mil millones de años aproximadamente, y aparecieron las estrellas, la tierra, el hombre, el oxígeno, el sentimiento, la sonrisa, la meditación y mil más. Los científicos tienen razón cuando señalan que el origen de la gran explosión cósmica primera es la nada, de la cual surgen el tiempo, el espacio y la materia, desde un punto pequeño inicial que se expandió. Es indiscutible que en el universo existió un día uno, un día cero, con un gran arquitecto genial e inquieto de tutor, de plasmador. La generación espontánea es un acto de hechicería impresentable. El raciocinio apunta a un Creador con varios planos en su mesa. Se requiere más fe para ser ateo que para ser creyente en un Ser Supremo. Es elemental suponer que un software fue diseñado. El cosmos es un reloj que funciona con una sorprendente precisión. Detrás de este reloj espacial hay un Relojero al que deberías cantarle alabanzas ya. El ateísmo es un voluntarismo enrejado, una secta sustentada por el capricho y un intelecto que da vueltas en círculos con su fe ciega, credo apaleado y estola. El padrenuestro de un ateo es la negación devota y persistente, la cerrazón, con rosarios invisibles. El escepticismo elevado es una vergüenza que demanda una obcecación refinada. Si no hay un proyectista, de la nada nada nace, ni siquiera un suspiro o la célula de un pirgüín. La nada como diosa o como linterna es un fiasco. Creer en un Hacedor es un acto de lógica primaria. Los cavernícolas diseccionaban el cielo presintiendo un quehacer sobrenatural, sin saber sumar ni restar. El sentido común sin suficiencia guía a la humanidad al creacionismo, en donde la fe en Dios y la razón caminan juntas porque son hermanas, los dos brazos de una misma persona. Desestimar al Gran Arquitecto es un acto de fe irracional, sin sustento alguno. La eternidad y el discernimiento no fueron delineados por el Big Bang.
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JAIME FARIÑA MORALES
ARICA-CHILE
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