Después de analizarlo, como la situación lo amerita, mis entrañables padres decidieron enviarme al patíbulo de una, sin apelaciones y con argumentos que son al menos controvertibles, digo yo. Con mi pataleo dentro de la panza no se encogieron. La mujer posee el sacro derecho de asesinar a los ciudadanos que moren temporalmente en su vientre, en nombre de la emancipación. Los bebés no nacidos son otros cuerpos, otras personas, otros intelectos, otras aptitudes, mas no importa. Fallecerán igual. No poseemos derechos humanos ni el derecho a contratar a un abogado. Poseo el talento de Duke Ellington y no se conmueven, no sirve de nada. En cualquier momento me ejecutan, en nombre de la libertad. Yo no elegiré mi futuro ni mi presente. Soy un paria. Fiscales y policías pasarán de largo sin pestañear. Este genocidio posee el visto bueno de una santa inquisición progresista que destripará a billones de hombres y mujeres que no lactarán. No se fruncen. No hay funerales, sólo una bolsa de basura. No concurre el último deseo del condenado, la plegaria del adiós. Los afluentes de sangre ensalzarían la libertad personal de la mujer. Las acicaladas feministas marchan por el centro de la ciudad con sus furiosas consignas proaborto, con un pelotón de fusilamiento en la primera línea, con un tono ceñudo. Su especialidad es rumiar y vomitar. Soy un alma eterna, una criatura de Dios que existirá unos pocos meses, por una decisión del imperio del mal. Nos liquidan en serie, sin gestos de humanidad en el proceso. Por cada mil lapidaciones los parlamentarios, doctos y clérigos abortistas abren una botella de champagne Enchanté que el diablo les obsequia. Son dichosos con tan magna obra. Si alguna progresista confiesa sus pavorosos pecados en alguna parroquia la excomulgan con un juicio sumario. No se tolera la herejía. Si un rorro se va del hospital a la casa en brazos de su santa madre los ángeles del Altísimo inician un bullicio, con tambores y trompetas. Más de uno se embriaga. Con absoluta convicción, alborozo y fe, divinizaron el derecho a matar, a alguien que no se defenderá. No germinaré, no me amamantarán. Buscar mi lápida es un chiste cruel.
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JAIME FARIÑA MORALES
ARICA-CHILE
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