jueves, 18 de septiembre de 2025

(93) LA BENDICIÓN DE DIOS EN EL AMOR ES DETERMINANTE


Aldo y Benilda cumplieron tres años con su amorío indiscreto. Lo celebraron con una cena en el restaurant “El Beso Rojo” en donde concretaron su futuro con promesas y fechas. De tanto lidiar y ante la tanta e insoportable insistencia de Benilda, el empotado Aldo se divorció de su fiel Fabricia tras quince años y un hijo. Fabricia hizo lo imposible por conservar y salvar su matrimonio, con ruegos a él incluidos. No fue posible. Le perdonó mil fechorías a su apuesto cónyuge. Perdió las batallas y la guerra. Él abandonó su hogar para irse a vivir con Benilda, que lo esperaba con los brazos abiertos y toneladas de pasión y arrumacos. La lujuria los extravió. Su primer anhelo programado se cumplía a cabalidad. Empezó a planificar con más calma su boda con Aldo en el registro civil. A los cuatro de meses de convivencia ambos se casan. Ella se veía reluciente y feliz. Asistieron los seres queridos y amigos a la recepción, algunos eran bautizados, hombre de la santa fe. Sobre la misma Benilda llevó a su legítimo marido a la iglesia evangélica de toda su vida. Como estaban casados y Benilda estaba embarazada el pastor Justo bendijo a los esposos apuradito. El riguroso predicador estaba enterado de las andanzas impuras de la discípula. Ambos se comprometieron a servir a Cristo Jesús y en vivir con la integridad que el Evangelio demanda, de rodillas y en voz alta. Lanzarse a una piscina repleta de agua bendita calmaría la psiquis. Benilda estaba al tanto de la Palabra del Señor desde bebé y siempre cantó las alabanzas al Redentor con mucho sentimiento. A veces era la primera voz del coro y era profesora en la escuela dominical, por su dedicación. Era una vida consagrada. No faltaba ningún domingo a la parroquia. La atribulada Fabricia luchaba como una leona por el pago de la pensión alimenticia. El esquivo Aldo se escondía y mentía con cierta complicidad de su amada esposa. Al semestre después la desguazada y honorable Fabricia le pidió, atrevidamente, en el altar una plegaria al pastor Justo para calmar sus frustraciones y desamor, su rabia. El ministro la invitó a entregarse a Cristo y a ser un miembro activo de la beata congregación. En su nuevo empleo el inquieto Aldo inició un idilio de bajo perfil con una compañera de trabajo, terminada la romántica cena en “El Beso Rojo”. Cuando Benilda supo de la infidelidad de su marido tuvieron que sujetarla entre cuatro.



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JAIME FARIÑA MORALES
ARICA-CHILE

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