Dios demanda santidad, consagración, perfección hasta el límite que sea posible bajo su gracia, porque dura es la Palabra y muchos no la resisten. Para residir alineados con la voluntad del Padre lo primero es una conversión a Cristo genuina, meditación permanente de la Escritura, orad sin cesar, humillarse delante de la presencia del Salvador, buscar la llenura del Espíritu Santo y otras. Dios prefiere que estés adentro de la casa del Padre o afuera mas no que instales una carpa en el antejardín, que seas frío o caliente, nunca tibio. Dios aborrece con tal fuerza a los tibios que los va a vomitar de su propia boca, porque es una condición moral terrible. Cuando eres un cristiano tenue, desapegado, el mundo te declara tolerante, moderado, sensato. No ames al mundo, lo mundano. Apártate de lo terrenal, de lo frívolo. Los de limpio corazón verán a Dios, los demás no. Digámoslo así, Dios no transa con la santidad mínima requerida. El perdón de todos los pecados es posible mediante el arrepentimiento, delante de Su presencia, sin intervención humana en el perdón en sí. La puerta de la gracia de Jesucristo todavía continúa abierta. La sangre preciosa cuando fue derramada pensaba en ti. La tibieza es condenación del alma ipso facto.
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JAIME FARIÑA MORALES
ARICA-CHILE
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