Las sincronizadas olas de Ritoque se coordinan con el sol y la luna respetando las tradiciones del mar. El oleaje es disciplinado, mi melancolía no. Con mis pies en la arena estoy encadenado a ese inmovilismo que espeluzna. Mi existencia extravió ese sentido que nunca poseyó. La luna no me regala una brújula y los númenes dimiten, se cansaron de mí. No avanzo un metro. Las canciones y películas afligidas me enyesan el corazón. Miro el horizonte y defino que el pasado mañana es deslucido, precario. Por un periplo definido por la claridad los cabrilleos cumplen con rigor su memorable misión porque transitan por el designio correcto, sin actitudes rebeldes o insensatas. En el océano también prevalece el reino del orden en donde cada pieza, cada marea ocupa su lugar, con la supervisión del gobernador marítimo. Si el alma se desmarca de lo establecido, de lo promulgado, la depresión va a ser el primer síntoma de las angustias que vendrán de una o en bloque, en un tren o arriba de un burro, dependiendo del nivel de las desobediencias. Si estás parado dentro del perímetro que la luz te indicó con vocablos, muecas y contorsiones, desde la arena de Ritoque divisarás el horizonte y el planisferio del más allá.
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JAIME FARIÑA MORALES
ARICA-CHILE
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